Este one shoot está inspirado en la canción de David Bisbal Dígale. Es una canción que en su momento me emocionó bastante. La escuché tantas veces que nació esta pequeña historia. Espero les agrade...
No ha podido olvidar mi corazón
aquellos ojos tristes, soñadores que yo amé.
La dejé por conquistar una ilusión
y perdí su rastro
y ahora sé que es ella todo lo que yo buscaba…
—¡No me dejes! —dijo Bill con
las manos aferradas a la gran polera de Tom.
—Debo hacerlo. Es por nuestro
bien…—dijo el rastudo evitando mirar esos ojos que amaba tanto.
—¡No! ¡No digas eso, maldita
sea! —lo zarandeó un poco, pero no podía evitarlo. Sentía que se moría
—Bill, por favor no lo hagas
más difícil —dijo tomando sus manos, despegándolas con dificultad de su polera.
—¡No! ¡No quiero
tranquilizarme! ¡Me estás dejando! ¡Me estás matando! Es que acaso no te das
cuenta… —dijo sollozando amargamente—, que sin ti no hay nada… nada…
—Debo hacerlo. Solo así
podremos estar juntos. Compréndelo por favor —dijo apretando sus delicadas
manos entre las suyas.
—¡No me vengas con eso Tom!
¡Dilo! ¡Di que ya no soportas todo esto! ¡Di que ya no soportas más verme! ¿Has
dejado de amarme no? ¡Dilo de una vez! —dijo gritando totalmente fuera de sí.
Angustiado, Tom trató de
acercarse a él, pero Bill retrocedió.
—¡No… no… tú eres todo para
mí, pero debo hacerlo...!
El chico de rastas tomó su
maleta y se alejó hacia la puerta. Odiaba dejar la otra parte de su alma en aquella
habitación, pero debía hacerlo. Dios… alguien debía hacerlo. Eran muy jóvenes
aún. No tenían nada, solo su amor… y aunque eso para cualquiera sería la
felicidad, sabía muy bien que ya empezaba a no ser suficiente.
Al escuchar la puerta cerrarse,
el muchacho de cabellos negros gritó desgarrando su garganta, gritó muchas
veces llamándolo, pero en su corazón sabía que no volvería, lo había visto en
sus ojos, él ya no volvería. Como pudo se levantó y dejándose caer en la cama
se entregó a la más profunda tristeza.
Y ahora estoy aquí
buscándola de nuevo ya no está, se fue
tal vez usted la ha visto dígale que yo siempre la
adoré
y que nunca la olvidé
que mi vida es un desierto y muero yo de sed…
Un año después
—¡Pero eso no puede ser!
—gritó Tom desesperado.
—Lo siento es todo lo que sé
—dijo algo asustado Saki.
—Te estás oyendo… nadie
desaparece así como así —dijo Tom pasándose la mano por las trenzas en un claro
gesto de ansiedad.
—Un día recibí una llamada.
La casa ya estaba cerrada cuando llegué y las llaves en un sobre. No sé más
—dijo Saki levantándose.
Enfurecido, Tom se acercó y
lo tomó del cuello de la camisa…
—Pero debías cuidar de él…
debías vigilarlo hasta que yo volviera. Acaso no fue eso lo que te pedí…
—Tom… —dijo sintiéndose
culpable de repente— fue un año sin saber nada de ti. Hasta yo creí que ya no
regresabas. Él estaba muy mal, dejó su trabajo, dejó de recibir a su madre, no quería
a nadie cerca… cambió demasiado.
Al oírlo, lo soltó lentamente
y cayó en el sofá, tomándose la cabeza…
—Dios… Dios… no me hagas
esto. ¡Todo, quítame todo, pero a él no… no…!
Al verlo en ese estado, Saki
se acercó y le puso una mano en el hombro tratando de reconfortarlo…
—Tranquilo….
—¡Cállate! ¡Cállate!
Se levantó de un salto, tomó sus
maletas y salió de la casa desesperado.
Con paso apurado, se alejó de
aquel lugar. Era demasiado, Bill no podía haber desaparecido…no. Y ahora ¿qué haría?
¿Qué diablos haría sin él?
Y dígale también
que solo junto a ella puedo respirar,
no hay brillo en las estrellas, ya ni el sol me
calienta
y estoy muy solo aquí, no sé adonde fue
por favor dígale usted
Tres meses después
—¿Tom qué haces aquí? —dijo
asustado. No lo había visto en tanto tiempo que no sabía como reaccionar.
—Andreas, ya no sé… ya no sé dónde
buscar… tú debes saber algo —dijo con la voz entrecortada.
—No
entiendo, ¿qué pasa? ¡Tom respóndeme!
—Bill… Bill se fue… dejó
nuestra casa... dejó todo y desapareció. Hace 3 meses que lo busco, pero no hay
nada… nada. Tú… a ti te contaba todo… por favor… dime que sabes de él… por
favor…
—Yo no veo a Bill desde hace
más de ocho meses. Estaba muy triste desde que te fuiste. Vino conmigo muchas
veces, pero nunca me dijo nada de irse. Él te estaba esperando, aunque había
pasado tanto tiempo… él aún te esperaba…
—Dios… Dios… es que acaso no
entendió que era por nosotros. A pesar que teníamos dónde vivir gracias a que mi
abuela me dejó la casa, pasábamos muchas necesidades. No… no soportaba verlo sufrir
y eso fue aniquilándome poco a poco. ¿Sabes? Él creía que yo no lo oía llorar por
el teléfono pidiendo ayuda a sus padres, pero ellos lo despreciaban por ser gay
y haberse ido a vivir con su novio. No lo ayudaron nunca. Estaba harto de tanta
miseria, pues aunque ambos trabajábamos no nos alcanzaba. No había estudiado nada…
no sabía hacer nada. No te niego que ver su rostro todas las mañanas me ayudaba
a seguir, pero no soportaba verlo adelgazar cada día más, no podía ver sus
ojeras, sus cabellos descuidados, sus manos ásperas y ajadas por ese horrible
trabajo de mesero. No podía, lo amaba demasiado como para verlo marchitarse…
por eso me fui, para hacerme un futuro y darle lo que tanto deseaba. Y ahora… ahora
que regreso, él… él ya no está. Dime ¿de qué vale todo lo que tengo si ya no está
a mi lado? Nadie sabe dónde puede estar… es como si se lo hubiera tragado la tierra
y ya no sé que hacer… no sé…
Sin esforzarse más por
retenerlas, sus lágrimas humedecieron sus mejillas, mientras escondía el rostro
tras sus manos en un vano intento de calmarse.
—Tom… ya deja de llorar amigo.
No te hagas más daño.
—No puedo. No entiendes que él…
él es todo… que sin él no hay nada, no vale la pena nada de lo que hice si él
no está… —dijo mirando a Andreas con los ojos llenos de lágrimas.
—Pero…
El rostro de Andreas era
impasible, no expresaba más que una profunda pena y Tom lo interpretó como
lástima. Así que juntando las pocas fuerzas que tenía se levantó, se limpió
como pudo el rostro y avergonzado se dirigió a la puerta.
—Debo irme. Siento haberte importunado…
—Espera… —Andreas lo siguió,
pero Tom ya estaba saliendo.
—Adiós.
Salió de la casa, pero antes
de que Andreas cerrara la puerta regresó y le tomó las manos…
—Si lo ves... si alguna vez
se comunica contigo… dile que… que solo junto a él puedo respirar… que su
ausencia me está matando.
—Cla-claro.
Tom le sonrió como pudo y
soltándolo se alejó cabizbajo. Andreas lo siguió con la mirada hasta que se
perdió tras una esquina. Cerró la puerta y con manos temblorosas tomó el
teléfono y marcó un número demasiado conocido…
—Aló —contestó una pequeña voz.
—Bill…
Fueron tantos los momentos que la amé
que siento sus caricias y su olor está en mi piel.
Cada noche la abrazaba junto a mí
la cubría de besos y entre mil caricias la llevaba a
la locura…
Cuatro meses después
Ya había pasado casi un año
desde su llegada y él aún no sabía nada de Bill. Cansado y quizás resignado se
dirigió a la casa que habían compartido. Regresaría a Australia y trataría de sobrevivir aunque su corazón
estaba destrozado, ya no podía hacer más. Simplemente había desaparecido y él
ya no tenía más fuerzas para seguir. Le hacían mucho daño todas las pequeñas
pistas que seguía... todos los lugares a los que fue, pero siempre era lo
mismo… nadie sabía de Bill… nadie.
Llegó a su casa, porque aún
lo era. Se despediría de sus recuerdos y se iría. Abrió la puerta y caminó
silencioso, recorriendo cada rincón. Luego de recorrer la casa por entero, la
cerró y se dirigió al jardín donde él y Bill habían compartido tantos momentos
juntos, tantos ratos de pasión, tantas caricias… donde se le entregaba sin
pudor, solo sintiéndose… solo amándose…
—Sí. Aquí y
ahora… —dijo el moreno quitándose la camiseta.
—Pero Bill…
pueden vernos —dijo mirando a todos lados preocupado— y además… debo ir al trabajo —decía el de
rastas tratando de mantener en su sitio la polera que el moreno le intentaba
sacar.
—Nadie nos verá
Tomi… —dijo humedeciendo sus labios.
Con
esfuerzo le sacó la polera y puso las manos del tembloroso chico rastudo en su
cintura. Lento se despojó de la última prenda que le quedaba y se abrazó fuertemente
a un sorprendido Tom…
—Bill…
—dijo mientras se sentía empujado por el moreno.
—Vamos…
hazme el amor Tomi… te necesito… —dijo mientras sentía las manos del rastudo en
su espalda, jalándolo suavemente hasta quedar apoyados en un árbol.
—Como
podría negarte algo pequeño —dijo emocionado cayendo ambos al pasto…
—Ámame Tom…
ámame ahora…
Entrelazó
su cuello y devorándole la boca se frotó contra su cuerpo. Tom cerró los ojos y
aprisionando su espalda lo pegó más a él. Lo penetró con facilidad, luego de múltiples
caricias…
—Sí… así…
así —decía con los ojos cerrados, apretando al rastudo con sus largas piernas.
—Te amo… te
amo… —decía entre jadeos…
—Yo también…
ahhh… am–amo cuando me haces tuyo… ahhh… amo sentirte dentro de mí.
—Oh Bill…
Llegó a la banca donde solían
conversar hasta entrada la noche y se sentó ahí cabizbajo, perdido en sus recuerdos.
Tan metido estaba en sus pensamientos que no oyó que alguien se acercaba…
—Así que solo junto a mí
puedes respirar. No me digas que te convertiste en poeta, ¿o es la letra de una
canción?
Levantó la cabeza al
instante, esa era la voz de su Bill, pero no podía ser… su mente estaba tan mal que ya oía su voz,
Dios debía irse.
—No me contestarás. Aquí
estoy…
Tom volteó aún temblando. Se
chocó con los mismos ojos maquillados de siempre y sintió que la cabeza le daba
vueltas. Era Bill, su Bill, pero se veía tan distinto. Su cabello era largo,
adornado con rastas blancas y estaba más delgado. Dios… y estaba aún más guapo,
más atractivo: tenía un pantalón ceñido azul, un saco negro que cubría un polo
escotado, un bolso en su hombro y… botas
de taco. ¡Cuánto había cambado! Minutos después, cuando al fin pudo salir del
shock, se atrevió a hablar…
—¿E-eres tú? ¿Eres B-Bill?
—Por desgracia sí, soy yo.
—Te busqué… te busqué tanto…
¿dónde estabas? —dijo un poco alterado.
—Sobreviviendo Tom… solo eso…
Bill lo miraba muy serio,
aunque aún veía en sus ojos ese brillo que solo podía observar en las noches,
cuando dormían abrazados.
—Bill… Bill… ¡cuánto te extrañé!
Sin poder frenarse, se acercó
casi corriendo, aunque el cuerpo le temblaba demasiado. Al verlo, Bill retrocedió.
Tom, confundido, se detuvo.
—¿Bill?
—¿Qué quieres? ¿Por qué
regresaste? —dijo Bill tratando de no gritar—. No debiste hacerlo… no… yo… yo…
—su voz temblaba tanto que Tom se aproximó unos pasos a él— tengo una vida Tom…
yo… yo salgo con alguien —dijo Bill
tapándose el rostro con las manos.
—¿Qué? —dijo Tom sintiendo
como, poco a poco, un frío sudor se apoderaba de su cuerpo…
—Fue un maldito año Tom… no…
no te comunicaste, no escribiste… ¿qué querías que hiciera?
Levantó la cabeza y se
encontró con los ojos de Tom muy cerca de él, asustado retrocedió un poco.
—Pero pensé que me amabas...
—Él me ayudó mucho, me rescató
de un fin triste. ¿Sabes que quise morir? ¿Sabes que si no fuera por él no
estaría vivo? No, no lo sabes, porque nunca te interesó ¿no? ¿A qué regresaste
Tom… a qué?
—Regresé por ti, por ti —dijo
tomándole por los hombros—. Regresé a tener una vida mejor… regresé porque comprendí
que solo a tu lado podía ser yo mismo.
—Es tarde… muy tarde. Regresa
a donde sea que hayas estado —gritó Bill tratando de zafarse del agarre de Tom—.
Se acabó Tom, se acabó el día que te fuiste… se acabó la noche que intenté morir…
—No, no tú me amas… me lo
dicen esas lágrimas que retienes con fiereza… —gritó Tom mientras pegaba a Bill
a su pecho…
—Si te amo o no ya no
importa… ahora no puede ser —dijo mientras se soltaba de Tom con fuerza —. Vuelve e intenta hacer tu vida.
Yo…yo seguiré con la mía... como lo he hecho hasta ahora.
—No… no… mil veces ¡¡¡¡NO!!!!
Con rapidez se acercó a Bill,
quien asustado no pudo moverse de su sitio, y lo tomó con fuerza de la cintura…
—Suéltame. ¡Qué diablos te
pasa! —gritó el moreno agitándose en los brazos de Tom.
—No, necesito sentirte… necesito
respirar tu aliento, tu olor... te necesito más de lo que algún día creí. Por
favor Bill… por favor… —decía el trenzado mientras llenaba el hermoso rostro de
su Bill con pequeños besos.
—No… Tom… no —decía mientras
trataba de soltarse con desesperación.
Bill siguió removiéndose,
luchando por alejarse de él, pero Tom no soltó su agarre y siguió acariciándolo
hasta que poco a poco sintió las manos del moreno acariciar sus brazos para
luego enlazar su cuello. Tom sonrió y se acercó a sus labios, acariciándolos
suavemente, queriendo sumergirse por entero en esas sensaciones que solo la
persona que tenía en sus brazos le hacía sentir. Bill se pegó más a él
empinándose todo lo que podía, quería estar más cerca de su amor y responder
aquel beso con todo lo que tenía.
No supo en qué momento Bill
lo había recostado contra la banca de ese jardín, que en otro tiempo había sido
mudo testigo de su amor. No supo cuándo su ropa y la de su amor dejó de cubrir
sus cuerpos, no supo en qué momento Bill comenzó a besarlo tal y como lo hacía años
atrás. Solo estuvo plenamente consciente que su cuerpo y su alma lo habían extrañado
más de lo que podía soportar y ahora que sentía esa suave sensación crecer y
desbordarse ya no quería alejarse de él nunca más. Poco importaba ya lo que
habían vivido, poco importaba el sufrimiento de más de dos años si la vida le recompensaba
todo en ese momento en el que sus cuerpos se unían en un vaivén desenfrenado.
Momentos después, jadeantes y
cansados, se sumergieron en un largo abrazo. Tom apretaba ese cuerpo tan
excitante contra sí, mientras Bill se acomodaba en su pecho.
—¿Bill? —dijo el trenzado
acariciando la larga cabellera que tenía entre sus dedos.
—Umm…
—¿Qué pasará con nosotros ahora?
—su voz sonaba demasiado preocupada.
—Ummm…
Bill se removió y frotó su
nariz contra el agitado pecho de su amor. Lo estaba escuchando, pero no quería
hablar estaba demasiado adormecido por el reciente orgasmo.
—No pienso alejarme de ti nunca
más…
—Ummmmm…
—No pienso compartirte…
—Jijijiji…
—No le veo la gracia Bill…
—dijo Tom resentido.
—Jajajaja…
Se separó un poco de Tom y se
cubrió la boca con las manos en un intento de sofocar sus escandalosas risas.
—No me parece gracioso nada
de esto Bill —dijo Tom mientras se volteaba dándole la espalda al moreno—. Tú
eres solo mío.
—Uyyyyy…
—¡¡¡BILL!!!
Al oír su irritada voz, se
acercó a su espalda acariciándola, mientras dejaba húmedos besos en su hombro…
—Tranquilo Tomi…
—Tienes a alguien y eso… eso
no puedo soportarlo…
Bill lo rodeó con sus brazos
y lo pegó a su pecho. Sus labios se acercaron a su oído y Tom sintió que su
cuerpo entero temblaba…
—En verdad creíste que sería
capaz de dejar que alguien más me toque. Me ofendes Tom.
—Pero tú dijiste…
—No hay nadie tontito. Cuando
intenté dejar este mundo, Ryan, mi doctor, me salvó. Después, cuando la
depresión empezó a destruirme, él me sacó del oscuro túnel en el que me perdía y
me enseñó lo valioso que era, lo especial que podía ser. Me enseñó a luchar y a
valerme por mí mismo, independientemente si volvías o no. Meses después me confesó lo que sentía, pero
no podía corresponderle, no amándote como lo hago.
—¿Entonces?
—Te he estado esperando por
tanto tiempo Tomi, tanto —dijo el moreno
mientras jalaba a Tom hacia su cuerpo.
—Pero yo te busqué…
—Lo sé —dijo bajito,
escondiendo su rostro en el cuello de Tom.
—¿Qué?
—Andreas me tenía informado
de todo lo que hacías y muchas veces te observé desde lejos.
—Pero yo fui a buscarlo… maldito.
—Yo le pedí que no te dijera nada, pero cuando
supe que te irías no pude resistir la tentación de verte y hablar contigo otra
vez, aunque me hiciera daño.
—Dios.
—Perdóname si te hice sufrir
—dijo el moreno, pegándose más al cuerpo de Tom.
Tom lo sintió temblar en sus
brazos y lo acarició tratando de reconfortarlo…
—Ya, ya, ya… cálmate. Dejemos
todo atrás. Ahora lo único que quiero es tenerte en mis brazos y amarte desde
ahora y para siempre. Todos los días, todas las noches…
—¿Los días? —dijo con una
suave risita el moreno.
—Y las madrugadas, y las
tardes, y los amaneceres… —dijo mientras besaba el rostro de Bill.
—Tomi…
—Humm… —dijo entre beso y
beso…
—Es verdad que solo junto a mí
puedes respirar…
—Solo junto a ti soy el
mismo, Bill. Junto a ti mi corazón late de prisa y mi sangre corre por mis
venas llena de energía y pasión; solo junto a ti mi piel arde, solo junto a ti
me siento vivo Bill, solo junto a ti. —dijo mientras se recostaba sobre el
moreno, acariciando sus costados, su vientre.
—No volverás a dejarme nunca
más, lo oyes… nunca más.
—Nunca... nunca… nunca…
Y para sellar aquella
promesa, juntaron sus agitados cuerpos una vez más con la certeza de que ahora sí
era para siempre.
Y dígale…
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