sábado, 8 de junio de 2013

Dicen que soy...

«[...] Dicen que soy un libro todavía sin terminar,
el típico libro con el que el escritor se atasca
y deja abandonado en un archivo de su ordenador.

Dicen que soy una hoja partida por la mitad,
un mensaje incompleto,
una carta que se pierde antes de llegar a su destino.

Dicen que soy aquella que construye castillos de arena con palabras retorcidas,
la que juega con el sentido oculto de las palabras,
la que dice menos (O quizás más) de lo que los otros quieren escuchar.

[...]

Dicen que soy la que zumba entre las estrellas y hace cosquillas a la luna,
la endiablada y hermosa serpiente que se hunde en el sexo de los ángeles,
la que busca y no encuentra,
la que encuentra sin buscar,
la que rebusca y en sus intentos no encuentra más que cajas vacías de todo contenido,
la que cuando sin rebuscar encuentra mágicos recipientes llenos de corazones amantes,
la que mira y no ve nada,
la que nada bajo los afilados acantilados mirando a los peces azules y los ve con nitidez,
la que lee y no comprende (O comprende a su manera)
la que comprende cuando lee las cosas que se alejan de lo aparentemente comprensible,
la que vive con determinación y descubre que todo es un engaño,
la que engañada sueña con sapos que se transforman en princesas y vive con un ansiado devenir de palomas mensajeras.
la que intenta orientarse y se pierde aún más,
la que al perderse entre colinas de musgo plateado orienta el verde reluciente de su pelo hacia los infiernos más peligrosos,

[...]

la que lamenta profundamente las lenguas congeladas que rodean su cuerpo de invierno,
la que vive de ilusiones que brillan intensa y peligrosamente en su iris arqueado,
la que arqueando las puntas de sus dedos descarga corrientes de energía luminosa [...]»

sábado, 1 de junio de 2013

Realidad

Segundo microrrelato para el concurso organizado por el grupo de Autores de fanfics de TH. Algo confuso, pero así salió...


Las cosas habían sido así desde el principio, nunca pudimos llegar a un acuerdo ni llevarnos bien. Cada vez que me veía su cuerpo se tensaba y su rostro enrojecía de ira. Apretaba los dientes y su mirada despedía fuego.
—Te dije que no quería tenerte cerca nunca…
—No puedo hacerlo Bill… eres mi hermano…
—¡Basta! ¡Haz de cuenta que eres hijo único, que nunca existí! Ahora sal de mi cuarto
—Tom... Tom…
Sentí que me llamaban y con esfuerzo abrí los ojos. Quise levantar las manos, pero me dolían demasiado. Extrañado las miré… estaban cubiertas de un líquido rojo.
—¿Qué pasa?
—Es hora —dijo mi madre angustiada.
La miré sorprendido. Estaba apunto de llorar. De pronto, unos hombres entraron y me levantaron del suelo…
—¡Suéltenme!
—Está arrestado por la muerte del señor William Kaulitz…

Mi madre lloraba en el suelo y yo no entendía nada de lo que pasaba. ¿Será todo un sueño?