«— Thomi… Mi Thomi— Besé su oreja sabiendo que toda la vida
le había causado escalofríos. —…, te amo — dije con los ojos bien apretados,
con mi mano todavía sujetando la suya—. Siempre te amé y nunca dejé de hacerlo…
Pero, ¿sabes?, cuando despiertes te dejaré libre para ser… Así es mejor… Pero
no dudes de mi amor ni por un segundo — Sentí una lágrima caer de mis ojos
directo a su almohada. —. Te amo como jamás amaré a nadie — Y justo cuando
terminé de decir esas palabras, sentí su mano apretar la mía con una fuerza tan
débil, que casi no podía percibirla.
Anonadado me incorporé lentamente y observé nuestra manos
juntas, luciendo sólidas ante cualquier circunstancia. Ahí estaba él, inconsciente,
pero tomando mi mano».
Antonella Ayelen
No hay comentarios:
Publicar un comentario