Este one shoot nació una tarde llena de tensiones, luego de fumar un cigarro y antes de tomar el metro a mi casa. Bill lo que mi imaginación hace contigo!!!
Tu boca sabe
a tabaco. A ese amargo que se siente cuando la nicotina toca tu lengua y se
desplaza hasta tu estómago.
Tu boca sabe
a tabaco y me recuerda el sabor del filtro, del papel cuando toca mis labios.
Tus besos
tienen el sabor del cigarro, luego de tener un orgasmo.
Suspiré y
cerré el documento. Estaba agotada luego de un estresante día en el que no te
había visto ni un solo momento. Casi no había almorzado, y muerta del
aburrimiento me dispuse a empezar un relato, pero solo tenía listas tres líneas
que no se conectaban entre sí, y la inspiración había sido reemplazada por un
suave letargo. Me estiré todo lo que pude y cerré la laptop, ya mañana lo
continuaría. Aún estirándome me dirigí a la sala y prendí la televisión. Me
acomodé en el sillón y pasé canal tras canal sin ver realmente nada.
Suspirando
volví a leer la nota donde me decías que Tom había llamado temprano porque
quería discutir algo relacionado con el nuevo álbum y que debías irte de
inmediato. Arrugué el papel y lo tiré lejos. Me hundí en el sillón, cerré los
ojos cansada, y solo los abrí cuando oí ruido en el baño. ¡¡Me había quedado
dormida!! De inmediato, distinguí cerca a la puerta sus botas, en la mesa su
móvil y las llaves del auto, así que me levanté con tanta prisa que casi caigo
sentada. Llegué a la puerta de nuestra
habitación y ahí estaba buscando algo en el cajón de la mesita de noche. Solo
tenía puesto el pantalón y mis ojos lo recorrieron con avidez. Era como si lo
viera por primera vez, como si su cuerpo fuera un terreno desconocido para mí.
Mis manos empezaron a sudar y mi pecho se desbocó en una agitación
desenfrenada. Mis piernas se movieron solas y en un segundo estaba aferrada a
su espalda hundiendo mi nariz en su nuca.
—Alguien me
extrañó —dijo mientras acariciaba mis manos.
—Tardaste
mucho —las palabras se atoraban en mi garganta. Solo quería permanecer pegada a
él.
—Discúlpame.
No quería dejarte sola, pero Tom insistió tanto.
Dejé un
húmedo beso en su cuello y sin separarme ni un milímetro rodeé su cintura con
mis brazos y me deslicé hasta quedar frente a él. Me quedé quieta mirándome en
sus ojos. Aquellos ojos que parecían decir tanto con solo brillar. Con un gran
suspiro enredé mis brazos en su cuello y lo abracé con fuerza. No sé que me
pasaba, pero necesitaba sentirlo cerca, necesitaba sentirlo mío.
—Creo que me
escaparé más seguido. Adoro que me recibas así, hermosa.
Me pegué más
a su cuerpo deseando solo sentir su corazón contra mi pecho. Abrazó mi espalda
con las palmas abiertas brindándome suaves caricias, mientras sus labios
dejaban pequeños besos en mi cabello.
—¿Has visto
mis cigarros? —susurró contra mi oído.
—En el cajón
de la cocina…
Quiso
soltarme, pero no lo dejé. Sus manos bajaron por mis costados hasta apretar mi
cintura, pegándome a su torso. Avanzamos abrazados hasta la cocina y tuve que
soltarlo para que abriera el cajón. Sin quitarme los ojos de encima abrió la cajetilla y lentamente
sacó un cigarro. Él sabía muy bien que verlo fumar era mi perdición y por eso
lo había convertido en todo un ritual. Mi respiración se volvió errática de
inmediato, tragué saliva y suspiré. Luego de encenderlo, lo sostuvo firme entre
sus largos dedos y lo acercó lentamente a su boca, mientras en sus labios
bailaba una sonrisa llena de promesas. Mis entrañas se retorcieron de
anticipación y un estremecimiento me recorrió la columna.
Inhaló con
tanto placer que mi boca se secó de inmediato. Retuvo el humo unos momentos,
cerró los ojos y exhaló mientras yo sentía que mi alma se iba con ese humo. La
poca cordura que conservaba se perdió cuando me ofreció compartir. Tragué
saliva nerviosa y no exagero al decir que mis manos temblaron al recibir el
cigarro. Y es que cuando fumo no puedo evitar pensar en nuestras noches. En
esas ardientes noches, cuando sus manos me recorren entera y sus
labios me delinean el cuerpo, cuando el tiempo se
detiene y todo desaparece al sentir sus precisos movimientos dentro de mí.
Sentí la
humedad de su saliva en el filtro y cerré los ojos ante los pequeños espasmos
que recorrieron mi vientre. Aspiré fuerte y sus ojos se dilataron.
Parece que no soy la única ansiosa…
Humedecí mis
labios y se lo devolví sin dejar de mirarlo, tratando de descifrar qué
escondían esas orbes café. Se acercó, tomó mi mano y llevó el cigarrillo a su boca, rozando mis dedos con
sus labios calientes y húmedos. El calor se extendió por mi cuerpo a una
velocidad vertiginosa; mi cara se encendió y él se alejó sin más, sin darse
cuenta de todo lo que había causado en mí. Con la respiración agitada me
acerqué lentamente, mientras sus ojos brillaban con malicia, como retándome, y
sin que lo esperara le quité el cigarrillo. Sin apartar mis ojos de los suyos,
lo apagué en la palma de mi mano y en su mirada brilló la preocupación y el
deseo. Cerró la poca distancia que nos separaba y acercó mi mano herida a su
zona de placer; con extrema lentitud comenzó a frotarse y yo perdida en las
sensaciones apreté con ganas. A los pocos minutos gemía intensamente y mi
corazón brincaba tanto que se me hacía difícil respirar. Se aferró a la pared
cuando mi mano abarcó su excitación frotando sin parar. De repente, abrió los
ojos, me tomó del cuello y su boca buscó la mía desesperado por aumentar su
placer. Mordí sus labios con saña y hundí mi lengua en su cavidad sintiendo el
sabor a tabaco. La saliva escurría entre nuestras bocas y con pesar me separé y
me quedé quieta mirándole.
Respiró agitado tratando de calmarse y se incorporó
para desnudarme con prisa, sus temblorosas manos trataron de despojarme de mi
blusa, pero los botones se escapaban de sus dedos. Jadeo ansiosa, pero no lo
ayudo, pues me gusta que él mismo lo haga. Cuando por fin puede abrirla, la
desliza por mis brazos y la blusa cae dejando mi pecho al descubierto. De
inmediato, se abalanza sobre mis senos cayendo de rodillas en el frío suelo.
Los besa y juega con mis pezones torturándome, no se cansa de acariciarlos con
su lengua, de humedecerlos con su tibia saliva. Baja por mi vientre y hunde su
lengua en mi ombligo, mis manos estrujan y jalan su cabello sumida en el placer
que me brinda. Arqueo mi espalda alejándome de su boca y preso del deseo se
pelea con el cierre de mi short, tratando de abrirlo. Mis manos acarician su
cuello, sus hombros y aún no puede bajar el pequeño cierre. Luego de unos
eternos minutos lo consigue y baja el short acariciando mis piernas en el
proceso. Sube y baja sus manos por ellas haciéndome gemir de puro gusto y de un
tirón arranca mi trusa, baja sus pantalones y con fuerza me levanta colocándome
en su cintura. Me aferro a sus caderas con mis piernas y bajo hasta sentirlo
dentro de mí. Ambos nos quedamos quietos, con la boca abierta jadeando
desesperados. Me mira pidiendo permiso y yo asiento con rapidez mientras beso
su nariz. Comienza a embestirme mientras avanza y me tiende en la mesa de la
cocina sin detenerse ni un momento. Sus
labios recorren mi cuello y mis hombros, mientras jadea con fuerza. Mis uñas se
entierran en su espalda, cuando mis paredes se contraen rítmicamente, los
espasmos se intensifican cuando frota con insistencia su miembro en mi interior
hasta que completamente húmeda me dejo caer sin fuerzas ahogando un grito en su
boca. Succiona mi cuello y sigue embistiéndome hasta que siento su semilla
caliente llenarme por completo. Se desploma sobre mí jadeando fuerte en mi
oído, cuando al fin acaba. Agitados y sudorosos nos quedamos unidos sobre la
mesa, disfrutando el uno del otro, disfrutando de la pasión que nos une.
—Te amo, te
amo mi loba —jadea extasiado.
—Y yo a ti,
Bill.
—Definitivamente
me escaparé más seguido —ríe en mi cuello haciéndome estremecer.
—Tonto.
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