domingo, 5 de enero de 2014

Tabaco

Este one shoot nació una tarde llena de tensiones, luego de fumar un cigarro y antes de tomar el metro a mi casa. Bill lo que mi imaginación hace contigo!!!


Tu boca sabe a tabaco. A ese amargo que se siente cuando la nicotina toca tu lengua y se desplaza hasta tu estómago.
Tu boca sabe a tabaco y me recuerda el sabor del filtro, del papel cuando toca mis labios.
Tus besos tienen el sabor del cigarro, luego de tener un orgasmo.

Suspiré y cerré el documento. Estaba agotada luego de un estresante día en el que no te había visto ni un solo momento. Casi no había almorzado, y muerta del aburrimiento me dispuse a empezar un relato, pero solo tenía listas tres líneas que no se conectaban entre sí, y la inspiración había sido reemplazada por un suave letargo. Me estiré todo lo que pude y cerré la laptop, ya mañana lo continuaría. Aún estirándome me dirigí a la sala y prendí la televisión. Me acomodé en el sillón y pasé canal tras canal sin ver realmente nada.

Suspirando volví a leer la nota donde me decías que Tom había llamado temprano porque quería discutir algo relacionado con el nuevo álbum y que debías irte de inmediato. Arrugué el papel y lo tiré lejos. Me hundí en el sillón, cerré los ojos cansada, y solo los abrí cuando oí ruido en el baño. ¡¡Me había quedado dormida!! De inmediato, distinguí cerca a la puerta sus botas, en la mesa su móvil y las llaves del auto, así que me levanté con tanta prisa que casi caigo sentada.  Llegué a la puerta de nuestra habitación y ahí estaba buscando algo en el cajón de la mesita de noche. Solo tenía puesto el pantalón y mis ojos lo recorrieron con avidez. Era como si lo viera por primera vez, como si su cuerpo fuera un terreno desconocido para mí. Mis manos empezaron a sudar y mi pecho se desbocó en una agitación desenfrenada. Mis piernas se movieron solas y en un segundo estaba aferrada a su espalda hundiendo mi nariz en su nuca.

—Alguien me extrañó —dijo mientras acariciaba mis manos.
—Tardaste mucho —las palabras se atoraban en mi garganta. Solo quería permanecer pegada a él.
—Discúlpame. No quería dejarte sola, pero Tom insistió tanto.

Dejé un húmedo beso en su cuello y sin separarme ni un milímetro rodeé su cintura con mis brazos y me deslicé hasta quedar frente a él. Me quedé quieta mirándome en sus ojos. Aquellos ojos que parecían decir tanto con solo brillar. Con un gran suspiro enredé mis brazos en su cuello y lo abracé con fuerza. No sé que me pasaba, pero necesitaba sentirlo cerca, necesitaba sentirlo mío.

—Creo que me escaparé más seguido. Adoro que me recibas así, hermosa.
Me pegué más a su cuerpo deseando solo sentir su corazón contra mi pecho. Abrazó mi espalda con las palmas abiertas brindándome suaves caricias, mientras sus labios dejaban pequeños besos en mi cabello.
—¿Has visto mis cigarros? —susurró contra mi oído.
—En el cajón de la cocina…

Quiso soltarme, pero no lo dejé. Sus manos bajaron por mis costados hasta apretar mi cintura, pegándome a su torso. Avanzamos abrazados hasta la cocina y tuve que soltarlo para que abriera el cajón. Sin quitarme los ojos  de encima abrió la cajetilla y lentamente sacó un cigarro. Él sabía muy bien que verlo fumar era mi perdición y por eso lo había convertido en todo un ritual. Mi respiración se volvió errática de inmediato, tragué saliva y suspiré. Luego de encenderlo, lo sostuvo firme entre sus largos dedos y lo acercó lentamente a su boca, mientras en sus labios bailaba una sonrisa llena de promesas. Mis entrañas se retorcieron de anticipación y un estremecimiento me recorrió la columna.

Inhaló con tanto placer que mi boca se secó de inmediato. Retuvo el humo unos momentos, cerró los ojos y exhaló mientras yo sentía que mi alma se iba con ese humo. La poca cordura que conservaba se perdió cuando me ofreció compartir. Tragué saliva nerviosa y no exagero al decir que mis manos temblaron al recibir el cigarro. Y es que cuando fumo no puedo evitar pensar en nuestras noches. En esas ardientes noches, cuando sus manos me recorren entera y sus labios me delinean el cuerpo, cuando el tiempo se detiene y todo desaparece al sentir sus precisos movimientos dentro de mí. 

Sentí la humedad de su saliva en el filtro y cerré los ojos ante los pequeños espasmos que recorrieron mi vientre. Aspiré fuerte y sus ojos se dilataron.
Parece que no soy la única ansiosa
Humedecí mis labios y se lo devolví sin dejar de mirarlo, tratando de descifrar qué escondían esas orbes café. Se acercó, tomó mi mano y llevó el  cigarrillo a su boca, rozando mis dedos con sus labios calientes y húmedos. El calor se extendió por mi cuerpo a una velocidad vertiginosa; mi cara se encendió y él se alejó sin más, sin darse cuenta de todo lo que había causado en mí. Con la respiración agitada me acerqué lentamente, mientras sus ojos brillaban con malicia, como retándome, y sin que lo esperara le quité el cigarrillo. Sin apartar mis ojos de los suyos, lo apagué en la palma de mi mano y en su mirada brilló la preocupación y el deseo. Cerró la poca distancia que nos separaba y acercó mi mano herida a su zona de placer; con extrema lentitud comenzó a frotarse y yo perdida en las sensaciones apreté con ganas. A los pocos minutos gemía intensamente y mi corazón brincaba tanto que se me hacía difícil respirar. Se aferró a la pared cuando mi mano abarcó su excitación frotando sin parar. De repente, abrió los ojos, me tomó del cuello y su boca buscó la mía desesperado por aumentar su placer. Mordí sus labios con saña y hundí mi lengua en su cavidad sintiendo el sabor a tabaco. La saliva escurría entre nuestras bocas y con pesar me separé y me quedé quieta mirándole.
Respiró agitado tratando de calmarse y se incorporó para desnudarme con prisa, sus temblorosas manos trataron de despojarme de mi blusa, pero los botones se escapaban de sus dedos. Jadeo ansiosa, pero no lo ayudo, pues me gusta que él mismo lo haga. Cuando por fin puede abrirla, la desliza por mis brazos y la blusa cae dejando mi pecho al descubierto. De inmediato, se abalanza sobre mis senos cayendo de rodillas en el frío suelo. Los besa y juega con mis pezones torturándome, no se cansa de acariciarlos con su lengua, de humedecerlos con su tibia saliva. Baja por mi vientre y hunde su lengua en mi ombligo, mis manos estrujan y jalan su cabello sumida en el placer que me brinda. Arqueo mi espalda alejándome de su boca y preso del deseo se pelea con el cierre de mi short, tratando de abrirlo. Mis manos acarician su cuello, sus hombros y aún no puede bajar el pequeño cierre. Luego de unos eternos minutos lo consigue y baja el short acariciando mis piernas en el proceso. Sube y baja sus manos por ellas haciéndome gemir de puro gusto y de un tirón arranca mi trusa, baja sus pantalones y con fuerza me levanta colocándome en su cintura. Me aferro a sus caderas con mis piernas y bajo hasta sentirlo dentro de mí. Ambos nos quedamos quietos, con la boca abierta jadeando desesperados. Me mira pidiendo permiso y yo asiento con rapidez mientras beso su nariz. Comienza a embestirme mientras avanza y me tiende en la mesa de la cocina sin detenerse ni un momento. Sus labios recorren mi cuello y mis hombros, mientras jadea con fuerza. Mis uñas se entierran en su espalda, cuando mis paredes se contraen rítmicamente, los espasmos se intensifican cuando frota con insistencia su miembro en mi interior hasta que completamente húmeda me dejo caer sin fuerzas ahogando un grito en su boca. Succiona mi cuello y sigue embistiéndome hasta que siento su semilla caliente llenarme por completo. Se desploma sobre mí jadeando fuerte en mi oído, cuando al fin acaba. Agitados y sudorosos nos quedamos unidos sobre la mesa, disfrutando el uno del otro, disfrutando de la pasión que nos une.

—Te amo, te amo mi loba —jadea extasiado.
—Y yo a ti, Bill.
—Definitivamente me escaparé más seguido —ríe en mi cuello haciéndome estremecer.
—Tonto.




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