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En la lejanía, la loba aúlla a su madre Luna presa de la desesperación.
Sabe que él renacerá, que por fin luego de tanta espera su alma volverá a la
Tierra en un nuevo cuerpo. Los años han pasado y sigue sola esperando solo este
momento. Sus ojos fijos en el astro nocturno
parecen implorarle una oportunidad para encontrarse con su amado; la
Luna, madre generosa, comprende su dolor y uno de sus rayos baja a la Tierra y
la envuelve. Su suave pelaje desaparece, sus extremidades
se alargan y se transforman, mientras un aullido de dolor rasga la quietud de
la noche.
Con un nuevo cuerpo que detesta, pero que aprende a controlar
vaga por las calles desconsolada. ¿Cómo va a encontrarlo? ¿Cómo lo reconocerá?
Cansada se deja caer en una banca, recoge su larga cabellera en una cola
mientras una lágrima de impotencia cruza su mejilla.
— ¿Te encuentras bien?
Ante la suave voz alza la vista y un estremecimiento la
recorre por entero. Se levanta como puede ignorando la ayuda del joven trenzado
que se aleja apenado. Justo frente a ella, un gran cartel anuncia el próximo
concierto de una popular banda. Sus ojos se maravillan ante lo que ve y nuevas
lágrimas recorren sus mejillas al fijarse en el llamativo chico, cuyo cabello
parece la melena de un león. Esos ojos eran inconfundibles, esa mirada solo
podía pertenecer a una persona. Vacilante se acerca y acaricia el papel.
— Te encontré.
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