viernes, 11 de octubre de 2013

Billy dormilón



Uno de mis one shot más queridos. Lo más increíble es que salió una tarde de sábado, fruto del aburrimiento. Espero les guste.


Tom estaba muy cansado. Hacía exactamente dos meses que no podía dormir bien. La reciente muerte de su hermano menor en un accidente, cuando se dirigía con sus compañeros de instituto a la playa lo había dejado devastado. Como hijo mayor tuvo que encargarse de todo, pues su madre había caído en un profundo estado de depresión que la mantenía atada a su cama. Tom tuvo que ir a reconocer el cuerpo, hacer el papeleo en el hospital y en la morgue, todo completamente solo. Su padre hacía años que no figuraba en sus vidas y sus tíos y primos vivían demasiado lejos. Era increíble cómo en esos momentos fue capaz de realizar todos esos trámites; sentía que su cuerpo iba en automático, como si estuviera programado para cumplir con lo que se esperaba de él en ese momento.

Lo peor vino después, ya que luego del entierro el insomnio se había apoderado de su cuerpo. Intentó de todo, pero lo único que logró fue dormir un par de horas, las cuales muchas veces estaban plagadas de pesadillas. En su trabajo le adelantaron las vacaciones al verlo tan desmejorado y estaba solo en casa, pues su tía se había llevado a su madre para que descansara con la esperanza de que se recuperara de la depresión. No podía culparla por dejarlo, desde la muerte de Jhon ella ya no era la misma. Simplemente se olvidó de él y se sumió en el dolor de la pérdida, al menos eso fue lo que el doctor le explicó cuando fue a verla.  El doctor también le dijo que cuando se recuperara ella volvería a ser como antes, pero por alguna razón él sabía que eso no sucedería. Al menos sus amigos lo visitaban y siempre trataban de animarlo, pero lo único que quería era dormir una noche completa y en su situación no le era posible.

Una de esas tantas noches de insomnio, luego de haber dormido dos horas exactas,  vio que la oscuridad de su habitación era rota por una luz que provenía de la puerta del baño. Asustado se frotó los ojos, y claramente vio que la luz avanzaba hacia él. Con terror, pudo observar detrás de la luz la figura de un hombre enfundado en un camisón de dormir que caminaba a paso lento. Retrocedió espantado hasta la cabecera de su cama y se tapó hasta la nariz con las mantas. El hombre, sin inmutarse, siguió avanzando.

—¿Quién eres? —preguntó cuando pudo encontrar su voz.

La aparición levantó el rostro y Tom se petrificó. La luz de la vela que llevaba en la mano iluminó un par de grandes ojos marrones delineados por sombras negras que lo observaban curioso, una perfecta nariz que se fruncía y unos labios llenos y rojos que se estiraban en una  pequeña sonrisa. Su mirada vagó por el rostro de la aparición y no pudo evitar un sonrojo.

 Acaso los fantasmas eran así de atractivos… Aish, pero qué cosas estás pensando Tom.

—Soy Billy dormilón —dijo con dulce voz.
—¿Qué? —dijo asombrado.
—Soy Billy dormilooooón…—. Tom sentía la mandíbula tensa y la boca seca, solo atinaba a mirar embelesado el angelical rostro de la criatura que tenía delante —y vine a ayudarte.

Y sin más hizo una reverencia. Tom vio que algo se deslizó de su cabeza y gracias a la luz de esa prodigiosa vela que no se consumía apreció el cabello largo, liso y negro como la noche. La aparición le sonrió pero pronto su rostro se mostró confuso y se agachó rápidamente para recoger el gorro que Tom reconoció como uno de los que se usaban en el siglo pasado para dormir: blanco y con punta de algodón. Avergonzado se acomodó el gorro y Tom pudo ver dos orejas largas y puntiagudas.

—Disculpa no quise asustarte, pero estoy muy nervioso y no sabía cómo acercarme a ti.
—¿Nervioso? —preguntó Tom. El miedo había sido olvidado hace tiempo.
—Es… es la primera vez que me mandan con un adulto, usualmente trabajo con niños.
—¿Con niños? Acaso eres un ángel…
Tom sonrió al ver sus mejillas teñirse de rojo…
—Noooooo. Soy algo más terrenal. ¿Has escuchado alguna vez sobre los duendes?
—Mi abuelo solía contarme muchas historias sobre ellos, pero en verdad nunca las creí.
—Qué mal. Debes saber que algunas historias son ciertas.
—¡Me vas a decir que eres un duende¡ Ja, ni pienses que voy a creer tamaña mentira —dijo volteando el rostro.
El duende sorprendido por esa reacción, se sentó en la cama mirándolo de cerca.
—¿Por qué no podría ser un duende Tom?
—Porque los duendes son pequeños, desagradables, algo aterradores y siempre llevan su olla de oro y tú… tú…
—¿Yo? —dijo sonriendo.
—Tú eres muy her… diferente. Eso… diferente. Espera… ¿cómo supiste mi nombre?
—Yo lo sé todo de ti Tom… T-O-D-O
Tom bajó la mirada y sin poder evitarlo se entristeció al recordar el porqué su vida estaba de cabeza. Recordó a su hermano, a su madre y escondió el rostro en las manos, tratando en vano de retener las lágrimas.
—Yo estoy aquí para ayudarte Tom. Supongo que eres especial por eso me mandaron contigo. Usualmente a tu edad los humanos ya no pueden vernos, pero esto debía llevarse a cabo. Debíamos conocernos y juntos salir adelante.
Tom se limpió las lágrimas conmovido por las bonitas palabras de la criatura, pero no era tan simple creer y confiar en algo que siempre creyó era una leyenda más.
—Eres un duende, ¿cómo se supone que me vas a ayudar? ¿Acaso me regalarás tu olla de oro? ¿Me harás millonario? Sabes que eso no va a cambiar nada, nada.
Con cuidado, el duende dejó su vela en la mesita de noche, se quitó el gorro y se subió a la cama. Gateó hasta Tom, quien se quedó inmóvil, paralizado por lo que veían sus ojos. Cuando estuvo sobre su cuerpo y con su rostro a centímetros de él, Tom lo empujó y rápido se escurrió al otro lado de la cama tapándose más con la sábana.
Billy rodó sobre la cama asustado.
—¿Por qué me empujaste?
—¿Así ayudas a los niños eh?
—¿Qué tratas de decir con eso?
—Creo que no eres un duende, a pesar de esas orejas. Eres un íncubo ¿no es así? Quieres llevarte mi alma luego de matarme con una sesión de sexo salvaje.

El duende enrojeció hasta las orejas, las cuales brillaron en la oscuridad del cuarto.

—Cómo se te ocurre pensar una cosa así. Soy un duende y solo quiero ayudarte. Confía en mí. Mi misión contigo es diferente, tengo órdenes precisas y pasos que deben cumplirse. Para ayudarte necesito estar cerca de  ti.

Y sin más se acercó a Tom. Tomó su rostro entre sus manos y unió sus frentes. El rubio asustado se aferró a las sábanas y sintió los labios del duende en los suyos en un suave roce que duró unos minutos. Cuando Billy se separó, recostó a Tom en la cama y se acomodó a su lado. El rubio se sentía relajado, totalmente laxo.

—¿Qué… qué me pasa?
—Soy Billy dormilón y lo primero que debo hacer es ayudarte a dormir.
—No… no entiendo… —dijo Tom mientras sus ojos se cerraban sin que pudiera evitarlo.
Se sentía flotar. Apenas podía hablar y no sentía su cuerpo, su cabeza era una esponja y el sopor lo consumía.
—Necesitas recuperar tu vida Tom.

De pronto fue atraído por dos largos brazos y recostado sobre un tibio pecho. Los ojos le dolían y las sienes le punzaban, su cuerpo estaba como en una nube, flotando y flotando… Minutos después una dulce voz se dejo oír:

«Willie Winky, corre por toda la población,
escaleras arriba y escaleras abajo con su camisón,
llama a las ventanas, golpea las cerraduras:
«¿Están todos los niños en la cama? ¡Porque ya son las ocho

Sus párpados se sintieron pesados y aunque quiso seguir oyendo esa dulce voz, cerró los ojos y no pudo escuchar más.


Comenzó a moverse lentamente en la cama y poco a poco fue abriendo los ojos. La habitación estaba totalmente a oscuras y por un momento pensó que aún era de noche. Se estiró a su gusto, su cabeza ya no dolía y su cuerpo se sentía tan relajado. Se sentía muy bien, lleno de energía, listo para enfrentarse al mundo. De pronto recordó la noche anterior y sonrió a la nada.

—Que sueños los tuyos Tom… un duende jajaja…

Con pereza se levantó estirándose hasta llegar a las ventanas y corrió las cortinas.  El sol hirió sus ojos y levantó un brazo para protegerse de la intensa luz. Por la posición del sol pudo adivinar que era mediodía. Sí que había dormido. Sonriendo se dirigió a su mesita de noche y encendió la máquina contestadora.

Tiene 30 mensajes

—Pero qué pasó… —sorprendido presionó el botón de escuchar.

16 de abril, 8 de la mañana. Mensaje de Georg
Tom, ¿dónde estás?
16 de abril, 12 de la tarde. Mensaje de Georg
Hey, se supone que veríamos hoy lo de la misa. Llámame.
16 de abril, 6 de la tarde. Mensaje de David
Tom, tu madre ha estado preguntando por ti. Creo que necesitamos hablar.  

—Pero si son las 2. No entiendo.

17 de abril, 3 de la tarde. Mensaje de Gustav
¿Dónde estás Tom? Fui a tu casa y un extraño chico me dijo que habías salido de viaje y que regresarías dentro de unos días. ¿Por qué no nos avisaste amigo?
18 de abril, 9 de la mañana. Mensaje de David
Tom soy David. Tu madre quiere verte. ¿Vendrás hoy?
19 de abril, 4 de la tarde. Mensaje de Georg
Tom ¿dónde estás? Amigo estás bien. No sé nada de ti, llámame cuando llegues.

Los mensajes seguían y Tom preocupado miraba a la nada. ¿Cuánto había dormido? Con terror estiró la mano y tomó su móvil, cuando vio la fecha casi se desmaya.

20 de abril del 2013. 2:30 p. m.

Asustado dejó caer el móvil y retrocedió hasta el sillón donde se desplomó. No entendía nada, cómo había podido dormir por tantos días y no darse cuenta. Se tomó la cabeza preocupado y cuando se estiró para recoger su móvil vio un nota pegada en el suelo justo al lado de donde había caído el teléfono.

«Sí Tom fueron cuatro días. Espero hayas dormido bien. No te preocupes, esto solo fue el comienzo, como te dije era necesario que durmieras: le llamo la cura del sueño. Ahora todo mejorará. Nos vemos a la medianoche.
B.D.
Nota: Y sí, Tom, soy completamente real… jiji».

Tom dejó caer la nota y se acomodó mejor en el sofá. Sonrió negando varias veces con la cabeza. Por lo visto estaba atrapado con un bello duende que lo ayudaría. Extrañamente no tenía miedo,  más bien sentía una rara emoción burbujear en su pecho al recordar el rostro de ese duende, su calor, sus labios posándose en él. No sabía la razón, pero confiaba en la criatura y si él decía que todo iría mejor, así debía ser. Con una sonrisa se levantó y luego de una ducha se vistió para ir a ver a su madre. Con las llaves en la mano, dio una última mirada a su apartamento y una loca idea cruzó por su cabeza…
—Adiós —dijo antes de cerrar la puerta.
—Hasta más tarde Tom —dijo el duende con una sonrisa apareciendo detrás de la cama.






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