jueves, 10 de abril de 2014

Noche...


 

«Y en mi noche, la más oscura noche del alma,
cuando caí rendida al dolor,
cuando hinqué mis rodillas en la tierra
y con lágrimas llamé a la muerte, a mi muerte,
apareció, de la nada, lo sentí antes de verlo,
mi cuerpo se enderezó, las lágrimas cayeron en la Madre,
ya limpias de todo.
Mi pecho se abrió al oír su música, su aullido
que envuelve todo y lo arrancaba de mí, y en un giro
armonioso lo enviaba a las nubes, al cielo
y sentí su aliento en mi espalda, el calor que emanaba.
Mis manos temblando acariciaron
su pelo suave, entre mis dedos,
sus ojos negros, como mi noche,
su pelo blanco, como mi alma,
y me enredé en él, y me guió a través de senderos,
de empinadas colinas, de valles y ríos
hasta ese lugar donde era necesario que yo fuera
y ahí me dijo: «Quédate quieta y verás el sendero a tu corazón».
Y ahí me quedé, quieta, sintiendo su aliento en mi espalda
vacía de todo, quieta
y la luz me envolvió
y sentí que allí es donde estaba yo, de verdad, sin más,
y se llenó de amor, de luz, de serenidad, de paz mi pecho
y una fuerza lo oprimía hasta que salió el más bello aullido de mi alma
aullido de amor, de luz
y lo escuché a mi lado, mi Lobo, aullaba también
los dos, los tres... todos, la tribu unida
saliendo directo del corazón música, vibración
y lo miré y sonreí
y lo abracé: te amo.
Agradecí el dolor, el odio, lo oscuro de mí, de esa parte que escondía,
lo amé y salí a respirar a mi día.
Amanecía en el horizonte
podía sentir el sol en mi rostro,
en mi piel suave, desnuda de todo
que brilla con sus rayos de oro.
Ha amanecido al fin, lo sé,
la noche ha acabado.
Miro a mi lobo, le amo, le doy las gracias
y me veo en él y él en mí
y caminamos por los bosques
y corremos
y saltamos danzando al ritmo del tambor que marca el latido de
nuestra madre, dichosos en amor».
 
Ver más: http://www.hijasdelatierra.es/blog/destellos-de-recuerdos/

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