lunes, 29 de abril de 2013

Ausencia...


Es de noche y como desde aquella vez, lo espero. No sé cómo pude llegar a tanto, como pude hacerle eso. Yo, en quien confiaba. Yo, quien debía ayudarlo. Yo, quien terminó revolucionando su oscuro mundo. Ahora eso ya no importa…lo esperaba a él…solo a él… pues nunca antes había esperado a nadie y nunca más lo haría.
Era increíble cómo durante el día podíamos ser casi un par de extraños, nunca se lo había pedido, pero él era así, decía que era lo mejor. Casi todo el tiempo se sumergía en sus pensamientos, en sus divagaciones y yo a su lado…tratando de aconsejarlo, de reconfortarlo con mis palabras…tratando de dominarme y no tomarlo en mis brazos…era una verdadera tortura.
Aún recuerdo el día en que llegó… como todos parecía tan normal. Era bello como pocos, delgado, con la cabellera larga negra, pero con una sombra de tristeza en sus almendrados ojos. Fue instantáneo. Fue mirarlo y sentir mi corazón agitarse hasta doler, fue escucharlo y quedar encantado por su suave voz, fue acercarme a él y perderme.
Sufría, yo lo sabía…yo mejor que nadie lo sabía, pero eso solo hizo que lo quisiera más. Pasaba las noches en mis brazos y apenas si dormía, los días en que podía estar tranquilo eran tan pocos…nunca pensé que alguien pudiera tener tantos problemas. A veces se quedaba escondido en las sombras, en una esquina de mi habitación, sin decir nada…solo inmóvil…llorando; otras veces era tan tierno, tan amoroso, tan asfixiante…pero para esa época yo ya no pensaba en si estaba bien o mal lo que hacía… solo sentía…solo eso…
Es de noche y aún lo espero, no podía hacer otra cosa...él había cambiado mi mundo, me había sacado de mi torre de cristal haciendo que viera todo de otra manera. No podía dejar de mirar la puerta…ansioso, me había acostumbrado a verlo entrar en silencio a mi habitación, a que me abrazara y me besara hasta no dejarme respirar.
Recuerdo una de las pocas veces en que pude convencerlos de que lo dejaran salir sólo conmigo por supuesto…
– Tomi, quiero pasear en tu auto…–decía mientras todo mimoso rascaba mi pecho
– ¿Y a dónde quieres ir bebé?-–le abrí la puerta del coche y subió complacido…
– A la playa…no sé por qué, pero quiero ver el mar…– entré poniendo la llave para encenderlo.
Hambriento me acerqué a su rostro…deseaba tanto esos perfectos labios, pero puso sus manos en mi pecho alejándome…
–No…en la playa… cuando nadie nos vea.
–Pero si estamos solos bebé.
– No, ellos nos vigilan…yo lo sé.
Lo miré. A veces olvidaba quiénes éramos en realidad, quién era yo  y quién era él y la obligación que tenía para con él. Aparté mi vista de su rostro y la fijé en la autopista. Conducía relajado, con su mano en mi pecho muy cerca del corazón…de pronto se me lanzó al cuello besándome apasionadamente, yo trataba de alejarlo suavemente, debía mirar la pista, pero él no parecía querer soltarme…
– Bill… por Dios… nos estrellaremos.
– Que más da Tomi, que más da…
Siguió besándome y lo único que pude hacer fue aparcar el auto en el primer lugar que encontré. De inmediato se sentó en mis piernas, moviéndose rítmicamente…yo solo cerré los ojos…eran tan pocas las ocasiones en que él era así…tan provocador, tan incitante. Se abrazó a mi cuello llenando de besos mi rostro; mis manos bajaron a su cintura, a sus caderas y lento ascendieron por su espalda hasta perderse en esa larga cabellera negra…él mordía mi piel desesperado y yo…yo solo deseaba hacerlo mío una vez más.

La luz entra por la pequeña ventana que alumbra mi habitación y yo aún lo espero.  Mis lágrimas caen ante aquel recuerdo tan vívido y lleno de esperanza miro hacia la puerta. De repente esta se abre, lleno de ansiedad trato de enfocar la vista y veo una figura blanca entrar y acercarse con algo que no reconozco en la mano.
– Dr. Kaulitz…Dr. Kaulitz es hora de su medicina.
La miro extrañado y alejo mis ojos de ella perdiéndolos en los barrotes de mi ventana.
– Debe tomarlas…le ayudarán a recuperarse…se lo aseguro…
Me miraba con insistencia, poco a poco se acercó a mí y me tomó de la mano acomodándome mejor en la cama…
–Debemos cambiar esas ropas…a ver que tenemos aquí….
La vi acercarse hacia una especie de armario y de nuevo vino hacia mí con un par de pantalones anchos blancos y una camiseta también blanca…
– Esto servirá.
Con presteza me ayudó a levantarme y luego de asearme me vistió…yo la miraba con miedo, no quería que me tocara…no, pero las palabras no salían de mi boca...no podía hablar. Me sentó en la cama de nuevo  y me acercó un vasito con tres pastillas de distintos tamaños y colores…aparté el rostro.
– Vamos…hazlo por tu madre, si ya no tienes ganas de hacerlo por ti…hazlo por ella.
La miré unos segundos y algo en mi hizo que le arrebatara el vaso de la mano, tragándome las pastillas de un solo bocado. De inmediato voltee refugiándome en mi almohada. Sentí como me cubría con la manta y salía despacio de la habitación.
– Señorita, señorita…
– Oh señora, no la oí disculpe…
– ¿Cómo está mi hijo?… ¿cómo está?
– Señora es una pena…aún no lo puedo asimilar…
– Lo sé querida…lo sé. ¿Tú trabajabas con él no?
– Sí, era su asistente…aprendía con él y le ayudaba con algunos casos.
– ¿Tú crees que mejore?
– No le voy a mentir. Él se perdió, ya no está en esta realidad, es como si la rechazara, como si prefiriera vivir en su mundo. Casi no duerme y apenas come, las enfermeras me dicen que se pasa la mayor parte de la noche viendo la puerta…como esperando a alguien…
– Dios…
– Para mi es muy duro verlo en ese estado, pero mientras se rehúse a aceptar lo que pasó no podremos ayudarlo…
– No será mejor alejarlo de aquí…de tantos recuerdos de  él…
– Este es el mejor instituto de salud mental que hay señora, solo aquí tiene una esperanza. Además, si lo sacamos de aquí, quizás empeore y haga una locura…
– No entiendo hija…
– Aquí lo conoció, aquí trató de ayudarlo a curar su gravísima depresión y su esquizofrenia, aquí lo amó a escondidas de todos, alejarlo de este lugar sería matarlo…
– Tal vez tengas razón…
– Yo también quiero pensar que la tengo…
– Puedo verlo…
– Acabo de darle su medicación, quizás pueda dormir un poco.
– Entonces, regresaré mañana. Por favor cuídalo.
–No se preocupe…trataré de hacer todo lo que esté a mi alcance para que se recupere…pero no le prometo nada…
– Adiós…
– Adiós.
La noche cayó de nuevo. La oscuridad me envuelve y yo aún te espero. La cabeza me duele e imágenes confusas invaden mi mente…
Tu cabeza en mis manos…tu cuerpo en mi regazo… mis manos manchadas de sangre...de tu sangre, rápido las dirijo a tus muñecas tratando de detenerla, pero es inútil. Tu rostro pálido, más pálido que de costumbre, oscurecido por la muerte, se levanta buscando mis ojos…nos miramos, pero yo casi no puedo verte… las lágrimas me lo impiden…
– Pe…perdón Tomi…perdóname…
– Shhht…no te esfuerces…pronto llegará la ayuda,  ya verás…
– No…no podrán hacer nada. Te amo, pero no puedo más…no…no puedo luchar con…la oscuridad que…que me…consume…lo siento…To…Tomi…
Me miró y luego de dedicarme una pequeña sonrisa cerró los ojos. Lo aferré a mi pecho fuerte queriendo darle el calor a ese cuerpo que sentía enfriarse poco a poco…las lágrimas mojaban mi rostro y caían en su negro cabello que tanto me gustaba estrujar y alborotar…

Levanto mis  manos con desesperación y las clavo en mi rostro, arañando mis mejillas con fuerza. Sacudo la cabeza una y otra vez alejando esas imágenes que no sé de donde salen, que solo me atormentan impidiéndome conciliar el sueño.
Vuelvo a mirar la puerta… ¿Por qué demoras tanto? ¿Acaso hice algo malo? ¿Acaso te lastimé sin darme cuenta? No puedo dudar de ti amor…no puedo dudar de lo que sentimos, porque me amas, yo lo sé. Regresarás a mi…sí… y por fin podré descansar abrazado a tu pecho, besando tus labios…solo así podré dormir…solo así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario