Es de noche y como desde
aquella vez, lo espero. No sé cómo pude llegar a tanto, como pude hacerle eso.
Yo, en quien confiaba. Yo, quien debía ayudarlo. Yo, quien terminó
revolucionando su oscuro mundo. Ahora eso ya no importa…lo esperaba a él…solo a
él… pues nunca antes había esperado a nadie y nunca más lo haría.
Era increíble cómo durante el
día podíamos ser casi un par de extraños, nunca se lo había pedido, pero él era
así, decía que era lo mejor. Casi todo el tiempo se sumergía en sus pensamientos,
en sus divagaciones y yo a su lado…tratando de aconsejarlo, de reconfortarlo
con mis palabras…tratando de dominarme y no tomarlo en mis brazos…era una
verdadera tortura.
Aún recuerdo el día en que
llegó… como todos parecía tan normal. Era bello como pocos, delgado, con la
cabellera larga negra, pero con una sombra de tristeza en sus almendrados ojos.
Fue instantáneo. Fue mirarlo y sentir mi corazón agitarse hasta doler, fue
escucharlo y quedar encantado por su suave voz, fue acercarme a él y perderme.
Sufría, yo lo sabía…yo mejor
que nadie lo sabía, pero eso solo hizo que lo quisiera más. Pasaba las noches
en mis brazos y apenas si dormía, los días en que podía estar tranquilo eran
tan pocos…nunca pensé que alguien pudiera tener tantos problemas. A veces se quedaba
escondido en las sombras, en una esquina de mi habitación, sin decir nada…solo
inmóvil…llorando; otras veces era tan tierno, tan amoroso, tan asfixiante…pero para
esa época yo ya no pensaba en si estaba bien o mal lo que hacía… solo sentía…solo
eso…
Es de noche y aún lo espero, no
podía hacer otra cosa...él había cambiado mi mundo, me había sacado de mi torre
de cristal haciendo que viera todo de otra manera. No podía dejar de mirar la
puerta…ansioso, me había acostumbrado a verlo entrar en silencio a mi habitación,
a que me abrazara y me besara hasta no dejarme respirar.
Recuerdo una de las pocas
veces en que pude convencerlos de que lo dejaran salir sólo conmigo por
supuesto…
–
Tomi, quiero pasear en tu auto…–decía mientras todo mimoso rascaba mi pecho
–
¿Y a dónde quieres ir bebé?-–le abrí la puerta del coche y subió complacido…
–
A la playa…no sé por qué, pero quiero ver el mar…– entré poniendo la llave para
encenderlo.
Hambriento
me acerqué a su rostro…deseaba tanto esos perfectos labios, pero puso sus manos
en mi pecho alejándome…
–No…en
la playa… cuando nadie nos vea.
–Pero
si estamos solos bebé.
–
No, ellos nos vigilan…yo lo sé.
Lo
miré. A veces olvidaba quiénes éramos en realidad, quién era yo y quién era él y la obligación que tenía para
con él. Aparté mi vista de su rostro y la fijé en la autopista. Conducía
relajado, con su mano en mi pecho muy cerca del corazón…de pronto se me lanzó
al cuello besándome apasionadamente, yo trataba de alejarlo suavemente, debía
mirar la pista, pero él no parecía querer soltarme…
–
Bill… por Dios… nos estrellaremos.
–
Que más da Tomi, que más da…
Siguió
besándome y lo único que pude hacer fue aparcar el auto en el primer lugar que
encontré. De inmediato se sentó en mis piernas, moviéndose rítmicamente…yo solo
cerré los ojos…eran tan pocas las ocasiones en que él era así…tan provocador,
tan incitante. Se abrazó a mi cuello llenando de besos mi rostro; mis manos
bajaron a su cintura, a sus caderas y lento ascendieron por su espalda hasta perderse
en esa larga cabellera negra…él mordía mi piel desesperado y yo…yo solo deseaba
hacerlo mío una vez más.
La luz entra por la pequeña
ventana que alumbra mi habitación y yo aún lo espero. Mis lágrimas caen ante aquel recuerdo tan vívido
y lleno de esperanza miro hacia la puerta. De repente esta se abre, lleno de
ansiedad trato de enfocar la vista y veo una figura blanca entrar y acercarse
con algo que no reconozco en la mano.
– Dr. Kaulitz…Dr. Kaulitz es
hora de su medicina.
La miro extrañado y alejo mis
ojos de ella perdiéndolos en los barrotes de mi ventana.
– Debe tomarlas…le ayudarán a
recuperarse…se lo aseguro…
Me miraba con insistencia,
poco a poco se acercó a mí y me tomó de la mano acomodándome mejor en la cama…
–Debemos cambiar esas ropas…a
ver que tenemos aquí….
La vi acercarse hacia una especie
de armario y de nuevo vino hacia mí con un par de pantalones anchos blancos y
una camiseta también blanca…
– Esto servirá.
Con presteza me ayudó a levantarme
y luego de asearme me vistió…yo la miraba con miedo, no quería que me tocara…no,
pero las palabras no salían de mi boca...no podía hablar. Me sentó en la cama
de nuevo y me acercó un vasito con tres
pastillas de distintos tamaños y colores…aparté el rostro.
– Vamos…hazlo por tu madre, si
ya no tienes ganas de hacerlo por ti…hazlo por ella.
La miré unos segundos y algo
en mi hizo que le arrebatara el vaso de la mano, tragándome las pastillas de un
solo bocado. De inmediato voltee refugiándome en mi almohada. Sentí como me cubría
con la manta y salía despacio de la habitación.
…
– Señorita, señorita…
– Oh señora, no la oí
disculpe…
– ¿Cómo está mi hijo?… ¿cómo
está?
– Señora es una pena…aún no
lo puedo asimilar…
– Lo sé querida…lo sé. ¿Tú trabajabas
con él no?
– Sí, era su
asistente…aprendía con él y le ayudaba con algunos casos.
– ¿Tú crees que mejore?
– No le voy a mentir. Él se
perdió, ya no está en esta realidad, es como si la rechazara, como si
prefiriera vivir en su mundo. Casi no duerme y apenas come, las enfermeras me
dicen que se pasa la mayor parte de la noche viendo la puerta…como esperando a
alguien…
– Dios…
– Para mi es muy duro verlo
en ese estado, pero mientras se rehúse a aceptar lo que pasó no podremos ayudarlo…
– No será mejor alejarlo de aquí…de
tantos recuerdos de él…
– Este es el mejor instituto
de salud mental que hay señora, solo aquí tiene una esperanza. Además, si lo
sacamos de aquí, quizás empeore y haga una locura…
– No entiendo hija…
– Aquí lo conoció, aquí trató
de ayudarlo a curar su gravísima depresión y su esquizofrenia, aquí lo amó a
escondidas de todos, alejarlo de este lugar sería matarlo…
– Tal vez tengas razón…
– Yo también quiero pensar
que la tengo…
– Puedo verlo…
– Acabo de darle su medicación,
quizás pueda dormir un poco.
– Entonces, regresaré mañana.
Por favor cuídalo.
–No se preocupe…trataré de
hacer todo lo que esté a mi alcance para que se recupere…pero no le prometo
nada…
– Adiós…
– Adiós.
…
La noche cayó de nuevo. La oscuridad
me envuelve y yo aún te espero. La cabeza me duele e imágenes confusas invaden
mi mente…
Tu
cabeza en mis manos…tu cuerpo en mi regazo… mis manos manchadas de sangre...de
tu sangre, rápido las dirijo a tus muñecas tratando de detenerla, pero es
inútil. Tu rostro pálido, más pálido que de costumbre, oscurecido por la muerte,
se levanta buscando mis ojos…nos miramos, pero yo casi no puedo verte… las lágrimas
me lo impiden…
–
Pe…perdón Tomi…perdóname…
–
Shhht…no te esfuerces…pronto llegará la ayuda,
ya verás…
–
No…no podrán hacer nada. Te amo, pero no puedo más…no…no puedo luchar con…la
oscuridad que…que me…consume…lo siento…To…Tomi…
Me
miró y luego de dedicarme una pequeña sonrisa cerró los ojos. Lo aferré a mi
pecho fuerte queriendo darle el calor a ese cuerpo que sentía enfriarse poco a
poco…las lágrimas mojaban mi rostro y caían en su negro cabello que tanto me gustaba
estrujar y alborotar…
Levanto mis manos con desesperación y las clavo en mi
rostro, arañando mis mejillas con fuerza. Sacudo la cabeza una y otra vez alejando
esas imágenes que no sé de donde salen, que solo me atormentan impidiéndome
conciliar el sueño.
Vuelvo a mirar la puerta…
¿Por qué demoras tanto? ¿Acaso hice algo malo? ¿Acaso te lastimé sin darme
cuenta? No puedo dudar de ti amor…no puedo dudar de lo que sentimos, porque me
amas, yo lo sé. Regresarás a mi…sí… y por fin podré descansar abrazado a tu pecho,
besando tus labios…solo así podré dormir…solo así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario